Por: Amaya
Iribar | 08 de octubre de 2013
Mireia
Belmonte, sus medallas y sus récords del mundo. La selección femenina de
waterpolo. La de baloncesto. La sincronizada y el conjunto de rítmica. Y si nos
remontamos al verano anterior, Brigitte Yagüe, Marina Alabau, Maialen Chorraut,
Maider Unda… Son muchas las deportistas españolas que han logrado el éxito y,
de un tiempo a esta parte, superan en resultados a sus colegas varones. Pero
las mujeres, como en muchos ámbitos de la vida, siempre juegan fuera de casa.
Sus éxitos se relativizan, su impacto es casi siempre menor al que logran los
hombres.
Hay quien
dice que es porque faltan estrellas. Mujeres que, como en su día hiciera
Arantxa Sánchez Vicario, movilicen a un país a la hora de animarlas. Que sufran
sus derrotas y griten sus triunfos como si fueran propios. Otros aseguran que
es un problema económico, que como sus disciplinas suelen mover menos dinero
que las masculinas sus resultados generan también menos expectativas
mediáticas.
En este
espacio nos da igual la explicación. Creemos que el deporte femenino merece una
atención especial simplemente porque genera tantas buenas historias como el
masculino. Queremos seguir una realidad que ha crecido de forma imparable en
las últimas décadas y que tuvo su punto de inflexión en los Juegos Olímpicos de
Londres, cuando España tuvo más éxitos femeninos que masculinos por primera vez
y eso que las mujeres eran minoría: 11 de las 17 medallas, 2 de los 3 oros,
fueron de ellas, que suponían el 40% de la delegación.
Por eso
Ellas ganan es nuestro lema. Pero queremos intentar ir más allá de la victoria.
Queremos contar qué distingue a esas mujeres del resto de los deportistas, con
qué barreras se encuentran simplemente porque la mayoría de los deportes los
inventaron hombres para que fueran jugados por hombres; echar la vista atrás y
hablar con las pioneras, con esas mujeres que se empeñaron en ser deportistas
cuando tenían todo en contra; y, sobre todo, queremos también que este espacio
sea interactivo, que las deportistas, sus entrenadores, familiares y amigos o,
simplemente los aficionados, nos cuenten las cosas que les preocupan. Para ello
hemos creado una cuenta de correo (ellasganan@elpais.es) a la que pueden dirigirse.
Tal vez
llegamos tarde, pero aquí empezamos.
El texto que
sigue son las reflexiones de Élida Álfaro Gandarillas, directora del
Seminario Permanente Mujer y Deporte de la Facultad de Ciencias de la Actividad
Física y del Deporte de la Universidad Politécnica de Madrid, sobre la
irrupción de las mujeres en el deporte.
Los éxitos
deportivos de las mujeres en los Juegos de Londres 2012, así como la
representación femenina en la totalidad de las delegaciones y su presencia como
abanderadas en el desfile inaugural, han puesto de manifiesto el importante
cambio que se ha producido en el deporte de competición a lo largo del pasado
siglo.
Si miramos
con la perspectiva del tiempo estos hechos y analizamos la evolución del
deporte olímpico en relación con la participación de las mujeres, podremos comprobar
con mayor precisión estos cambios.
En los
Juegos Olímpicos antiguos sólo podían participar los hombres. Las mujeres
podían ser espectadoras pero en una grada separada y, a partir de los XXXII
Juegos, se prohibió la entrada a las mujeres casadas porque los hombres corrían
desnudos. Las imágenes historiográficas de las sacerdotisas encendiendo el
fuego sagrado o coronando a los campeones ponen de manifiesto la relación de
las mujeres con el deporte en la Grecia clásica.
Cuando el
Barón Pierre de Coubertin reinicia los Juegos Olímpicos a las puertas del siglo
XX, no concibe como posible la participación femenina en las competiciones y
dice: “La mujer en los Juegos... Impracticable, carente de interés, antiestético
e incorrecto. La concepción de los Juegos tiene que responder a la exaltación
periódica y solemne del atletismo, la lealtad como medio, el arte como marco y
los aplausos femeninos como recompensa”.
Sin embargo,
en respuesta a estas injustas y discriminatorias palabras, las mujeres han ido
introduciéndose lenta y paulatinamente en el olimpismo y, aunque todavía no se
ha conseguido la igualdad total, la participación femenina está hoy en día
prácticamente equiparada a la masculina y sus éxitos, globalmente, se pueden
considerar iguales o incluso superiores a los de los hombres.
Llegar a
esta situación, no ha sido tarea fácil. Tras una primera aparición en París
1900, tan sólo con dos participantes en dos deportes, hípica y tenis, y ante la
intransigencia de Coubertin para incluirlas en los Juegos, su compatriota Alice
Milliat decide crear la Federación Internacional Deportiva Femenina en 1921, al
amparo de la cual se organizan unos Juegos Mundiales Femeninos en Gotemburgo y
París, obligando, finalmente, al Comité Olímpico Internacional a claudicar y
permitir su participación abierta en las competiciones.
A partir de
ese momento la presencia femenina en las competiciones olímpicas y en el
deporte de alta competición se ha ido convirtiendo en una realidad que ha
llevado a las mujeres de la ausencia total (Atenas 1896), a una participación
del 45% en los últimos Juegos (Londres 2012). Además, de las dos pruebas con
las que se inició su presencia en el olimpismo moderno (París 1900), han pasado
a competir en la mayoría de los deportes: sobre un total de 302 pruebas
incluidas en el programa olímpico, 127 han sido femeninas, 167 masculinas, 2
mixtas y 6 indistintas.
En España,
aunque esta evolución fue muy lenta hasta los Barcelona 92, en los 40 años
transcurridos desde entonces nuestras deportistas han sido capaces de situarse
internacionalmente en las primeras líneas del deporte de competición. Junto a
sus triunfos olímpicos de 2012, obteniendo 11 de las 17 medallas logradas por
el equipo español, se suman los logros obtenidos este mismo año: el oro del
Europeo de baloncesto, las 40 medallas de los Juegos del Mediterráneo de Mersin
(Turquía), el bronce de Ruth Beitia en los Mundiales de atletismo y el oro de
waterpolo, las tres medallas de Mireia Belmonte con récords del mundo y la
medallas de sincronizada en los Mundiales de natación de Barcelona.
Estos
importantes logros, como puede intuirse, afectan a una población femenina
excesivamente minoritaria y, por ello, no pueden esconder las dificultades que
todavía tienen muchas mujeres para relacionarse con el deporte. La
participación de las mujeres en las actividades físico-deportivas sigue
mediatizada por los roles y los estereotipos sociales de género y por el modelo
androcéntrico que preside mayoritariamente la sociedad y particularmente el
deporte, que ha sido históricamente un espacio masculino tanto en su práctica
como en su gestión.
Sin embargo,
es muy importante la contribución del deporte de competición y particularmente
la del deporte olímpico por su repercusión mediática, porque es un valioso
instrumento para generar modelos sociales adaptados a nuestro tiempo en donde
mujeres y hombres participen en igualdad de oportunidades en todos los ámbitos.
Las deportistas contribuyen a la creación de un nuevo modelo femenino para las
sociedades modernas, exento de los tradicionales estereotipos y tópicos que
acompañan tradicionalmente a las mujeres.
Debemos
valorar su esfuerzo y la lucha que todavía tienen que mantener para conseguir
las mismas condiciones de trabajo y el mismo reconocimiento deportivo y social
que sus compañeros y deben saber que estamos con ellas.
Desde aquí,
quiero darles las gracias.
Sobre el blog
Los Juegos
de Londres 2012 fueron los de las mujeres. Por primera vez prácticamente todas
las delegaciones enviaron competidoras y las españolas brillaron más que nunca.
11 de las 17 medallas olímpicas de la selección tenían su sello, reflejo de una
realidad imparable: el deporte femenino, aunque marginal en muchos casos, es
una realidad.
Sobre la autora
Amaya Iríbar. Redactora de Deportes desde 2007,
antes en Sociedad y Negocios. Escribo de pequeños deportes y del negocio del
fútbol y estuve en el equipo de redactores en los Juegos de Londres.
EL PAIS
DEPORTES