miércoles, 9 de octubre de 2013



Por: Amaya Iribar | 08 de octubre de 2013

Mireia Belmonte, sus medallas y sus récords del mundo. La selección femenina de waterpolo. La de baloncesto. La sincronizada y el conjunto de rítmica. Y si nos remontamos al verano anterior, Brigitte Yagüe, Marina Alabau, Maialen Chorraut, Maider Unda… Son muchas las deportistas españolas que han logrado el éxito y, de un tiempo a esta parte, superan en resultados a sus colegas varones. Pero las mujeres, como en muchos ámbitos de la vida, siempre juegan fuera de casa. Sus éxitos se relativizan, su impacto es casi siempre menor al que logran los hombres.

Hay quien dice que es porque faltan estrellas. Mujeres que, como en su día hiciera Arantxa Sánchez Vicario, movilicen a un país a la hora de animarlas. Que sufran sus derrotas y griten sus triunfos como si fueran propios. Otros aseguran que es un problema económico, que como sus disciplinas suelen mover menos dinero que las masculinas sus resultados generan también menos expectativas mediáticas.

En este espacio nos da igual la explicación. Creemos que el deporte femenino merece una atención especial simplemente porque genera tantas buenas historias como el masculino. Queremos seguir una realidad que ha crecido de forma imparable en las últimas décadas y que tuvo su punto de inflexión en los Juegos Olímpicos de Londres, cuando España tuvo más éxitos femeninos que masculinos por primera vez y eso que las mujeres eran minoría: 11 de las 17 medallas, 2 de los 3 oros, fueron de ellas, que suponían el 40% de la delegación.

Por eso Ellas ganan es nuestro lema. Pero queremos intentar ir más allá de la victoria. Queremos contar qué distingue a esas mujeres del resto de los deportistas, con qué barreras se encuentran simplemente porque la mayoría de los deportes los inventaron hombres para que fueran jugados por hombres; echar la vista atrás y hablar con las pioneras, con esas mujeres que se empeñaron en ser deportistas cuando tenían todo en contra; y, sobre todo, queremos también que este espacio sea interactivo, que las deportistas, sus entrenadores, familiares y amigos o, simplemente los aficionados, nos cuenten las cosas que les preocupan. Para ello hemos creado una cuenta de correo (ellasganan@elpais.es) a la que pueden dirigirse.

Tal vez llegamos tarde, pero aquí empezamos.

El texto que sigue son las reflexiones de Élida Álfaro Gandarillas, directora del Seminario Permanente Mujer y Deporte de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Universidad Politécnica de Madrid, sobre la irrupción de las mujeres en el deporte.

Los éxitos deportivos de las mujeres en los Juegos de Londres 2012, así como la representación femenina en la totalidad de las delegaciones y su presencia como abanderadas en el desfile inaugural, han puesto de manifiesto el importante cambio que se ha producido en el deporte de competición a lo largo del pasado siglo.

Si miramos con la perspectiva del tiempo estos hechos y analizamos la evolución del deporte olímpico en relación con la participación de las mujeres, podremos comprobar con mayor precisión estos cambios.

En los Juegos Olímpicos antiguos sólo podían participar los hombres. Las mujeres podían ser espectadoras pero en una grada separada y, a partir de los XXXII Juegos, se prohibió la entrada a las mujeres casadas porque los hombres corrían desnudos. Las imágenes historiográficas de las sacerdotisas encendiendo el fuego sagrado o coronando a los campeones ponen de manifiesto la relación de las mujeres con el deporte en la Grecia clásica.

Cuando el Barón Pierre de Coubertin reinicia los Juegos Olímpicos a las puertas del siglo XX, no concibe como posible la participación femenina en las competiciones y dice: “La mujer en los Juegos... Impracticable, carente de interés, antiestético e incorrecto. La concepción de los Juegos tiene que responder a la exaltación periódica y solemne del atletismo, la lealtad como medio, el arte como marco y los aplausos femeninos como recompensa”.

Sin embargo, en respuesta a estas injustas y discriminatorias palabras, las mujeres han ido introduciéndose lenta y paulatinamente en el olimpismo y, aunque todavía no se ha conseguido la igualdad total, la participación femenina está hoy en día prácticamente equiparada a la masculina y sus éxitos, globalmente, se pueden considerar iguales o incluso superiores a los de los hombres.

Llegar a esta situación, no ha sido tarea fácil. Tras una primera aparición en París 1900, tan sólo con dos participantes en dos deportes, hípica y tenis, y ante la intransigencia de Coubertin para incluirlas en los Juegos, su compatriota Alice Milliat decide crear la Federación Internacional Deportiva Femenina en 1921, al amparo de la cual se organizan unos Juegos Mundiales Femeninos en Gotemburgo y París, obligando, finalmente, al Comité Olímpico Internacional a claudicar y permitir su participación abierta en las competiciones.

A partir de ese momento la presencia femenina en las competiciones olímpicas y en el deporte de alta competición se ha ido convirtiendo en una realidad que ha llevado a las mujeres de la ausencia total (Atenas 1896), a una participación del 45% en los últimos Juegos (Londres 2012). Además, de las dos pruebas con las que se inició su presencia en el olimpismo moderno (París 1900), han pasado a competir en la mayoría de los deportes: sobre un total de 302 pruebas incluidas en el programa olímpico, 127 han sido femeninas, 167 masculinas, 2 mixtas y 6 indistintas.

En España, aunque esta evolución fue muy lenta hasta los Barcelona 92, en los 40 años transcurridos desde entonces nuestras deportistas han sido capaces de situarse internacionalmente en las primeras líneas del deporte de competición. Junto a sus triunfos olímpicos de 2012, obteniendo 11 de las 17 medallas logradas por el equipo español, se suman los logros obtenidos este mismo año: el oro del Europeo de baloncesto, las 40 medallas de los Juegos del Mediterráneo de Mersin (Turquía), el bronce de Ruth Beitia en los Mundiales de atletismo y el oro de waterpolo, las tres medallas de Mireia Belmonte con récords del mundo y la medallas de sincronizada en los Mundiales de natación de Barcelona.

Estos importantes logros, como puede intuirse, afectan a una población femenina excesivamente minoritaria y, por ello, no pueden esconder las dificultades que todavía tienen muchas mujeres para relacionarse con el deporte. La participación de las mujeres en las actividades físico-deportivas sigue mediatizada por los roles y los estereotipos sociales de género y por el modelo androcéntrico que preside mayoritariamente la sociedad y particularmente el deporte, que ha sido históricamente un espacio masculino tanto en su práctica como en su gestión.

Sin embargo, es muy importante la contribución del deporte de competición y particularmente la del deporte olímpico por su repercusión mediática, porque es un valioso instrumento para generar modelos sociales adaptados a nuestro tiempo en donde mujeres y hombres participen en igualdad de oportunidades en todos los ámbitos. Las deportistas contribuyen a la creación de un nuevo modelo femenino para las sociedades modernas, exento de los tradicionales estereotipos y tópicos que acompañan tradicionalmente a las mujeres.

Debemos valorar su esfuerzo y la lucha que todavía tienen que mantener para conseguir las mismas condiciones de trabajo y el mismo reconocimiento deportivo y social que sus compañeros y deben saber que estamos con ellas.

Desde aquí, quiero darles las gracias.



Sobre el blog

Los Juegos de Londres 2012 fueron los de las mujeres. Por primera vez prácticamente todas las delegaciones enviaron competidoras y las españolas brillaron más que nunca. 11 de las 17 medallas olímpicas de la selección tenían su sello, reflejo de una realidad imparable: el deporte femenino, aunque marginal en muchos casos, es una realidad.

Envía tus sugerencias a: ellasganan@elpais.es.

Sobre la autora

Amaya Iríbar. Redactora de Deportes desde 2007, antes en Sociedad y Negocios. Escribo de pequeños deportes y del negocio del fútbol y estuve en el equipo de redactores en los Juegos de Londres.
 

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